lunes, 25 de julio de 2011

SIEMPRE LA MITAD: Una evocación de quien conociera a Alejandro Casona

Este bello y conmovedor relato, narra el encuentro de adolescente deslumbrado por el teatro que tuvo el honor de conocer personalmente a su ídolo don Alejandro Casona y a la inolvidable Luisa Vehil. Nos narra toda la verdad sobre este injustamente olvidado, y no superado aún en nuestros días gran dramaturgo...



SIEMPRE LA MITAD

un cuento de Lauro Campos *


- ¿De modo que tú lo has conocido? – preguntó ella con su voz disfónica y su inconfundible
acento hispano.

La había conocido aquí, en mi ciudad natal, esta ciudad recostada junto a un río caudaloso y
bello que, cada día, me regala esa belleza, él desde su cauce, yo desde mi balcón. Y esta
ciudad mía que me ha dado mi pasión por el teatro y las letras y el reconocimiento
razonable del público solía darme también esos encuentros impensables. Lo cierto es que
ella era una profesora becada en un intercambio cultural que había venido a ver con sus
alumnos aquella pieza mía sobre los inicios de la guerra civil española. Y después de la función, hablamos informalmente de detalles de la obra que tanto gustó a alumnos y profesores.
Desde la dirección había exigido a los actores hablar con acento español.Y el hecho de que en la platea hubiese siempre gente nacida en nuestra madre patria provocaba en mí una cierta inquietud. No aquella vez. Los aplausos de un público estudiante en su mayoría y el interés manifestado durante la obra, me tranquilizaron. Y la charla posterior con esta profesora oriunda de Oviedo no sólo fue amena: también fue un intercambio cultural entre los dos.

- Sí. Lo he conocido cuando tenía yo quince, dieciséis años.

- Pero él era un dramaturgo franquista… – aseguró.


- ¿Cómo? ¿Por qué decís eso?

- Pues, hijo – explicó – Es lo que he estudiado durante toda mi carrera. Toda mi generación ha aprendido lo mismo.


- Equivocadamente – dije con tristeza.


- ¿Qué dices?


- Que están equivocados. Que es un disparate pensar siquiera… que él era franquista.

Tal vez aquella noche, ante su mirada azorada y mi permanente sensación de que no sólo la historia sino también la historia de la literatura y del arte se escribe por mitades, comenzó
nuestra amistad.



- Marta, hija mía… Me muero, ¿sabes?

- No diga usted tonterías, padre, por Dios.

- No. No he de morirme ahora. Me ha dicho el médico que tengo aún unos meses. Con
suerte, un año.

El anciano miró a través de la ventana de ese departamento desde donde se veía uno de los rincones más hermosos de la ciudad de Buenos Aires y entrecerró los ojos.

- Me gustaría… – dijo de pronto – dejar este paisaje.

- ¿Qué dice usted? – preguntó ella mientras arreglaba la manta sobre su falda. Pensó en las piernas de su padre, en la vitalidad de esas piernas y en la vulnerabilidad actual. Él entrecerró aún más sus ojos, como evocando algo que no veía.

- Me hace ilusión – susurró – volver a ver mi tierra de Asturias, comer las natillas que hacían en mi casona familiar, mojar sopas en el vino, saborear una rebanada grande de hogaza de pan aún caliente con una dedada de miel por encima…. Ver mis montañas, los ríos con remansos peligrosos iluminados por las historias de las gentes, las aldeas, los caminos.

- Pero usted sabe quién gobierna España, padre.

- Lo sé. Pero España sigue siendo España. No importa cuántos dictadores la sojuzguen, hija.



Y ella había hablado. Personalmente había ido a la embajada y había preguntado. Escribió una nota que firmó y dejó allí. Poco tardó en llegar la respuesta: Apretó los labios para no gritar de odio y rencor, pero no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas de los ojos. El texto decía claramente:

“El Generalísimo se complace en recibir en su tierra de origen al dramaturgo
triunfador en Argentina y en toda América Latina. No sólo será su huésped
de honor sino que ya ha ordenado personalmente a las autoridades de los teatros oficiales estrenen – a manera de homenaje – las principales obras del autor durante su estadía, los que lo llevarán a cabo en un esfuerzo de producción pocas veces visto en este país.”

Mientras llegaba a su departamento con su respuesta en la mano, firmada y sellada por el Embajador de España, ella no pudo dejar de pensar: Asesinado Lorca a principios de la guerra civil, muerto Hernández en la cárcel, el poner alfombra roja al regreso de su padre significaría lograr la opinión favorable de los intelectuales de la península. Aunque estaba claro que a Franco le tenía sin cuidado la opinión de los intelectuales.




- Ella era una de las mejores actrices rioplatenses. No me perdía obra teatral interpretada
por ella. La he visto aquí en mi ciudad y la he visto en Buenos Aires, acompañado por mi abuela, otra uruguaya como ella que en su juventud había sido actriz de filodramático en su Paysandú natal. Como te digo, ella, primera figura del espectáculo que año a año hacía sus temporadas en el teatro Liceo de la capital, era… una reina del escenario. Y yo era… un muchachito adolescente, casi un chico, apasionado por el teatro y la actuación. Un día logré
colarme en los camarines del teatro La Comedia luego de la función. Le expresé, con todo el
pudor y la cortedad del mundo, mi admiración por ella, por su repertorio, por su talento, por su arte. Estaba haciendo en esa época un estreno de una autor republicano muy celebrado aquí en Argentina desde sus primeros estrenos, y sus obras eran representadas en casi todos los teatros estudiantiles. Yo mismo debuté luego como actor en una de sus obras. Esa actriz admirada escuchaba mis elogios en ese pequeño camarín con una sonrisa amable. Ella acostumbraba a tratar a los muchachos de mi edad de la misma manera que a los adultos:


“- ¿Le gusta actuar? Estudie. Estudie mucho. Yo, antes de debutar haciendo una mucamita que sólo cruzaba la escena con una bandeja en la mano, he estudiado muchísimo, ¿sabe? Cómo caminar, cómo sentarme y, fundamentalmente, cómo decir. ¿Llega su voz a la última platea sin que tenga necesidad de gritar? Cuando llegue naturalmente, estará preparado para actuar. Y cuando eso ocurra, venga a verme a Buenos Aires.”


De pronto, tras ella, apareció un hombre algo, delgado, de fina barba blanca y abundante cabello canoso, de elegantes maneras y marcado acento español.


Ella, entonces me dijo: “- ¿Conoce a don Alejandro, el autor de la obra?”


Sintiendo que me estallaba el corazón por la emoción incontrolada dije: “- He leído todas sus obras.”


Él me extendió la mano y me la estrechó mientras ella explicaba: “- Le decía que, si quiere ser actor, debe estudiar mucho, ¿no es cierto, don Alejandro?”


Él, haciendo un guiño, se acercó a mi cara con pícara expresión y me susurró casi al oído: “- Mira: Si quieres actuar, tú te subes… y ya está. ¿De acuerdo?”


… ¿Entendés?. ¿Entendés ahora mi indignación cuando sólo se cuenta una parte de la verdad, cuando se hace sólo una parte de la justicia? Nunca voy a olvidar las palabras de aquel dramaturgo republicano, creador del realismo poético en el teatro de habla hispana que, exiliado durante la guerra civil llegó a ser un sabio. Voy a contarte algo que no sé si sabés. Antes del exilio él ya había ganado en su país el premio Lope de Vega, nada menos, con su ópera prima, una belleza de obra teatral poética y trágica al mismo tiempo. La gran actriz catalana amiga de García Lorca, que como todos saben era republicana, le estrenó esta comedia cuando él era aún muy joven. Y fue en su tierra, protegido por esa figura que no tenía nada de fascista, que tuvo su primer éxito. Después, es claro, obligado al exilio, siguió su carrera en México y en Cuba. Recaló finalmente en Buenos Aires donde cada obra que estrenaba se convertía en un suceso. Cada parte de su vida fue parte de la verdad. Y él, próximo a partir a la otra vida, necesitó de su Asturias, de tu Asturias. ¿Entendés ahora por qué ustedes, los de esta generación, conocen la mitad de la verdad? ¿Podés entender por qué, siempre, sea cual fuere la ideología, siempre se contará… la mitad de la verdad?

Mi amiga la asturiana guardó silencio. Se limitó a apretarme fuertemente la mano. Pude notar que sus ojos estaban nublados por las lágrimas.



Después de haber visto las montañas de Asturias, sus ríos y sus remansos, después de haber saboreado las hojuelas, la hogaza caliente con miel, las sopas en el vino, después de haberse emocionado hasta las lágrimas con los aplausos y los ¡bravo! en cada uno de los estrenos de sus obras en su tierra, él pudo morir allí en paz.
Lo velaron con gran boato y las pompas que el Generalísimo acostumbraba a poner en marcha en estas ocasiones con las figuras más importantes de España.

Al día siguiente de su entierro, todos los periódicos anunciaban:
“Ha muerto uno de nuestros dramaturgos y poetas más notables en su regreso conmovedor a la tierra natal.”

Y ese día, en medio del reproche de algunos y el estupor de otros, comenzaba, para todos
aquellos que tenían quince años como yo cuando tuve la dicha de conocerlo, la mitad de la mentira.



Al recuerdo permanente e imborrable de don Alejandro Casona y quien fuera dilecta
protagonista de “Los árboles mueren de pie” y “La casa de los siete balcones” en


* LAURO CAMPOS. Nacido el 23/04/43 en Rosario, Argentina. Vive en Rosario. Actor, autor teatral, director teatral, narrador. Ha sido premiado como autor teatral con el Premio Selección Argentores 1980 por su pieza EL CAMINO DEL ELEFANTE, con el 2o. premio en la III Bienal de Obras Teatrales en Tucumán 1972 por ATAVISMO, por el Instituto Nacional de Teatro en 2001 en el Concurso Homenaje a Teatro Abierto por CIRCE O EL BANQUETE y en 2008 con el tercer premio por EL SERVIDOR. En 2000 gana en México el premio Tramoya 2000, mención de honor a su pieza DESPERTAR EN GRANADA (PASIÓN LORQUIANA). En 2004 gana el concurso de sainetes organizado por el Club de Autores de Buenos Aires, por su sainete breve EL BIEN DOTADO que se estrenó en el Teatro Astral de la Capital. Le gusta recordar estos concursos por la calidad de los jurados intervinientes (Edmundo Guibourg, Arturo Berenguer Carisomo, Rosa Rosen, Jorge Cruz, Atilio Betti, Jorge Accame, Villanueva Cosse, Ana María Casó, Elio Gallípoli, entre otros). En Argentores ha ganado concursos internos de teatro y radioteatro, con textos que se han estrenado allí: UNA PALOMA EN PLAZA DE MAYO, POR SIEMPRE ZULLY, EL LLANTO DESCONOCIDO, LA MUJER DE AMARILLO, LA ABUELA DEL YAGUARETÉ, etc. Ha obtenido el Galardón Susini que Argentores otorga por trayectoria, y muchos otros premios de esa categoría. Es actor desde 1959, director desde 1961 y autor desde 1970. Ha estrenado más de cien piezas en temporadas notables. A la par, ha escrito narrativa durante toda su vida y ha publicado. Sus libros son DETRÁS DE UN VIDRIO OSCURO (reflexiones) Edición del autor, SÁBANAS DE SEDA (cuentos eróticos acerca de vampiros) Ed. Universidad Nacional de Rosario, SALVAR AL INOCENTE Y OTROS RELATOS (E. Universidad Nacional de Rosario) y el último aparecido POBRE MUNDITO PERTURBADO (NO SOLO CUENTOS) Ed. Deldragón 2010/11, Buenos Aires.






La prestigiosa actriz Luisa Vehil

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