lunes, 18 de julio de 2011

ALEJANDRO CASONA Y EL TEATRO DE LA UTOPÍA

             

          De niña leí por primera vez Los árboles mueren de pie, con esta obra también descubría el teatro que tanto he amado a lo largo de mi vida. ¡Quedé deslumbrada!. El universo, llamésmole "casoniano", se desplegaba ante mi con toda su rica fantasía: seres idealistas que viven utopías y sueños imposibles, que buscan construir un mundo a la medida de su quimera, como los emprendimientos del mítico doctor Ariel, o como la república fuera de toda lógica en dónde no se permite la entrada a los que sepan geometría que postula el protagonista de la Sirena varada. En aquellas ensoñaciones prima la búsqueda del bien, la felicidad y la belleza, aunque a la larga muchas veces resulten imposibles de alcanzar, sin embargo esos personajes que viven en planos de ensueño lo logran por instantes fugaces y resplandecientes, como todo ser humano. La obra de este escritor está impregnada de un tinte de nostalgia por la recuperación del paraíso perdido. Creo que, salir de la rutina diaria, de vez en cuando, para dejarse llevar  por la ensoñación hace bien al alma, le permite respirar un oxígeno diferente para volver renovado a la vida de todos los días. El teatro de Casona ofrece eso y además tiene  "magia", a veces uno se deja llevar por el sendero del "trampantojo" y el "ilusionismo", las cosas no son lo que aparentaban ser, como en Los árboles mueren de pie, Siete gritos en el mar, Prohibido suicidarse en primavera o La sirena varada. Como decía antes, creo que todos necesitamos a veces, dejarnos conducir por la magia. El teatro poético de Casona  lleva acendrado un profundo lirismo, por eso se lo relaciona con el de García Lorca, aunque sin alcanzar la poesía de este último. Se entiende por qué Casona tuvo tanto éxito durante muchos años en su país, en la Argentina y en el resto de América. La originalidad en la trama de las obras de este creador y su fértil imaginación era sin par para su época, como en el caso de la Sirena varada que le valió el Premio Lope de Vega y lo consagró como revelación en 1933, y me animo a decir que la originalidad de algunas de ellas no tiene rival aún hoy día.  Sus obras, que siempre gustan por el esteticismo, eran clásicos que nunca faltaban en las carteleras y en los teatros, porque el público las pedía y las aclamaba. Un buen ejemplo es la emblemática Los árboles mueren de pie, que no sólo permaneció en cartel durante muchísimo tiempo en Buenos Aires, además siempre volvía a escena una nueva versión con gran afluencia de público. Muchos críticos actuales consideran que el que el teatro de Alejandro Casona está perimido y pasado de moda. Sin embargo, gran parte de los escenarios en que se desarrollan sus utopías son atemporales, y hasta universales. Un conocido me contó que vio una representación de Los árboles mueren de pie actualizada, que trascurría en nuestra época, y le gustó. Otras obras como Corona de amor y muerte, La dama del alba o El caballero de las espuelas de oro, son esencialmente españolas, tradicionales, costumbristas, históricas, con sabor a leyenda y a romancero popular y en eso reside su atractivo.  El teatro de hoy, también muchas veces buen teatro, muestra la angustia, la miseria, los problemas sociales, los enfrentamientos, las crisis psicológicas, el desmoronamiento de los 
valores, etc. ¿Por qué no dejarse llevar de vez en tanto por ese otro teatro tan alejado de todo esto y permitirle al espíritu que se distienda un poquito, por los senderos de la magia, la lírica y el ensueño?.
Ahora, me retiro y dejo que sea Casona mismo en su autobiografía, quien les cuente como en su aldea y durante toda su niñez respiró esa atmósfera de poesía, mágica ensoñación y lirismo que trasunta su obra...

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