miércoles, 28 de diciembre de 2011

REFERENCIA A LA DAMA DEL ALBA EN INGLÉS

LA DAMA DEL ALBA (fragmento del acto tercero)

La peregrina y Los niños.

ANDRÉS: Pero hoy no es noche de dormir. ¡Es la fiesta de San Juan!
DORINA: ¿En los otros pueblos también encienden hogueras?
PEREGRINA: En todos.
FALÍN:¿Porqué?
PEREGRINA: En honor del sol. Es el día más largo del año, y la noche más corta.
FALÍN: Y el agua, ¿No es la misma de todos los días?.
PEREGRINA: Parece; pero no es la misma.
ANDRÉS: Dicen que bañando las ovejas a medianoche se libran de los lobos.
DORINA: Y la moza que coge la flor del agua al amanecer se casa dentro del año.
FALÍN: ¿Por qué es milagrosa el agua esta noche?
PEREGRINA: Porque es la fiesta del Bautista. En un día como éste bautizaron a Cristo.
DORINA: Yo lo he visto en un libro: San Juan lleva una piel de ciervo alrededor de la cintura, y el
Señor está metido hasta las rodillas en d mar.
ANDRÉS: ¡En un río!.
DORINA: Es igual.
ANDRÉS: No es igual. El mar es cuando hay una orilla; el río, cuando hay dos.
FALÍN: Pero eso fue hace mucho tiempo, y lejos. No fue en el agua de aquí.
PEREGRINA: Esta noche todos los ríos del mundo llevan una gota del Jordán. Por eso es milagrosa el agua.
Texto 2: Acto cuarto: Telva y las Sanjuaneras.
TELVA: (...) ¡Todo el año hilando para lucir una noche!
SANJUANERA 3": Lástima que sea la más corta del año.
SANJUANERA 4": Bien lo dice el cantar:
Ya vino San Juan Verde,
Ya vino y ya se vuelve...
SANJUANERA 1": Pero mientras viene y se va cada hora puede traer un milagro.
TELVA: Ojo, que algunos los hace el diablo y hay que llorarlos después.
SANJUANERA 3
a
: ¡Quién piensa en llorar un día como este! ¿Usted no fue nunca moza?
TELVA: Porque lo fui lo digo. El fuego encandila el sentido, la gaita rebrinca por dentro como un
vino fuerte..., y luego es peligroso perderse por los maizales calientes de luna.
SANJUANERA 1*: Alegría es lo que pide el Santo. Al que no canta esta noche no lo miran tus ojos.
SANJUANERA 2": Yo ya he puesto al sereno la sal para las vacas. Dándosela con el orvallo del
amanecer siempre paren hembras.
SANJUANERA 3": Yo he tendido la camisa al rocío para que me traiga amores y me libre del mal.
SANJUANERA 1*: Y yo tiraré todos mis alfileres al agua al rayar el alba;
por cada uno que flota hay un año feliz.
TELVA: Demasiados milagros para una sola noche. Este año, por marzo, hubo en la aldea cuatro
bautizos.
SANJUANERA I: ¿Y eso que tiene que ver?
TELVA: San Juan cae en Junio. ¿Sabes contar moza?
SANJUANERA 2 : Miren la vieja maliciosa con lo que sale...


martes, 27 de diciembre de 2011

LA DAMA DEL ALBA (fragmento)

Abuelo: Mírame a los ojos y atrévete a decir que no me conoces. ¿Recuerdas el día que explotó el grisú en la mina? También yo estaba allí, con el derrumbe sobre el pecho y el humo agrio en la garganta. Creíste que había llegado mi hora y te acercaste demasiado. ¡Cuando, al fin, entró el aire limpio, ya había visto tu cara pálida y había sentido tus manos de hielo! Peregrina (Serenamente.): Lo esperaba. Los que me han visto una vez no me olvidan nunca… Abuelo: ¿A qué aguardas ahora?, ¿Quiéres que grite tu nombre por el pueblo para que te persigan los mastines y las piedras? Peregrina: No lo harás. Sería inútil. Abuelo: Creíste que podías engañarme, ¿eh? Soy ya muy viejo, y he pensado mucho en ti. Peregrina: No seas orgulloso, abuelo. El perro no piensa y me conoció antes que tú. (Se oye una campanada en el reloj. La Peregrina lo mira sobresaltada.) ¿Qué hora da ese reloj? Abuelo: Las nueve y media. Peregrina (desesperada.): ¿ Por qué no me despertaron a tiempo? ¿Quién me ligó con dulces hilos que no había sentido nunca? (Vencida.) Lo estaba temiendo y no pude evitarlo. Ahora ya es tarde. Abuelo: Bendito el sueño que te ató los ojos y las manos. Peregrina: Tus nietos tuvieron la culpa. Me contagiaron su vida un momento, y hasta me hicieron soñar que tenía un corazón caliente. Sólo un niño podía realizar tal milagro. Abuelo: Mal pensabas pagar el amor con que te recibieron. ¡Y pensar que han estado jugando contigo! Peregrina: Bah!, Los niños juegan tantas veces con la muerte sin saberlo. Abuelo: ¿A quién venías a buscar? (Poniéndose ante la escalera.) Si es a ellos tendrás que pasar por encima de mí. Peregrina: ¡Quién piensa en tus nietos, tan débiles aún! ¡Era un torrente de vida lo que me esperaba esta noche!

La dama del alba (fragmento)

PEREGRINA. -Ayer no sabías aún que estabas enamorada...
ADELA. -¿Es esto el amor?
PEREGRINA. - No, eso es el miedo de perderlo. El amor es lo que sentías hasta
ahora sin saberlo. Ese travieso misterio que os llena la sangre de alfileres y la garganta
de pájaros.
ADELA. - ¿Por qué lo pintan tan feliz si duele tanto? ¿Usted lo ha sentido alguna vez?
PEREGRINA. - Nunca. Pero casi siempre estamos juntos. ¡Y como os envidio a las
que podéis sentir ese dolor que se ciñe a la carne como un cinturón de clavos pero
que ninguna quisiera arrancarse!
ADELA. - El mío es peor. Es como una quemadura en las raíces..., como un grito
enterrado que no encuentra salida.
PEREGRINA. - Quizá. Yo del amor no conozco más que las palabras que tienen
alrededor y ni siquiera todas. Sé que por las tardes, bajo los castaños, tiene dulces
las manos y una voz tranquila. Pero a mí sólo me toca oír las palabras desesperadas
y últimas. Las que piensan con los ojos fijos las muchachas abandonadas cuando se
asoman a los puentes de niebla..., las que se dicen dos bocas crispadas sobre la
misma almohada cuando la habitación empieza a llenarse con el olor del gas...
Las que estabas pensando tú en voz alta hace un momento.

LA DAMA DEL ALBA (fragmento del primer acto)

ACTO PRIMERO

En un lugar de las Asturias de España. Sin tiempo. Planta baja de una casa de labranza que trasluce limpio bienestar. Sólida arquitectura de piedra encalada y maderas nobles. Al fondo, amplio porton y ventana sobre el campo. A la derecha, arranque de escalera que conduce a las habitaciones altas, y en primer término del mismo lado salida al corral. A la izquierda, entrada a la cocina, y en primer término la gran chimenea de leña ornada en lejas y vasares1 con lozas campesinas y el rebrillo rojo y ocre de los cobres. Apoyada en la pared de fondo, una guadaña. Rústicos muebles de nogal y un viejo reloj de pared. Sobre el suelo, gruesas esteras de soga. Es de noche. Luz de quinqué.

(LA MADRE, el ABUELO y los nietos, ANDRÉS, DORINA y FALÍN2 terminan de cenar. TELVA3 , vieja criada, atiende a la mesa.)

ABUELO.— (Partiendo el pan) Todavía está caliente la hogaza. Huele a ginesta4 en flor.
TELVA.— Ginesta y sarmiento seco; no hay leña mejor para caldear el horno. ¿Y qué me dice de ese color de oro? Es el último candeal de la solana.
ABUELO.— La harina es buena, pero tú la ayudas. Tienes unas manos pensadas por Dios para hacer pan.
TELVA.—¿Y las hojuelas de azucar? ¿Y la torrija de huevo?5 Por el invierno bien que le gusta mojada en vino caliente. (Mira a la MADRE, que está de codos en la mesa, como ausente.) ¿No va a cenar nada, mi ama?
MADRE.— Nada.

(TELVA suspira resignada. Pone leche en las escudillas de los niños.)

FALÍN.— ¿Puedo migar6 sopas en la leche?
ANDRÉS.— Y yo ¿puedo traer el gato a comer conmigo en la mesa?
DORINA.— El sitio del gato es la cocina. Siempre tiene las patas sucias de ceniza.
ANDRÉS.— ¿Y a ti quién te mete? El gato es mio.
DORINA.— Pero el mantel lo lavo yo.
ABUELO.— Hazle caso a tu hermana.
ANDRÉS.— ¿Por qué? Soy mayor que ella.
ABUELO.— Pero ella es mujer.
ANDRÉS.— ¡Siempre igual! Al gato le gusta comer en la mesa y no dejan; a mi me gusta comer en el suelo y tampoco.
TELVA.— Cuándo seas mayor mandarás en tu casa, galán6bis.
ANDRÉS.— Sí, sí; todos los años dices lo mismo.
FALÍN.— ¿Cuándo somo mayores, abuelo?
ABUELO.— Pronto. Cuando sepáis leer y escribir.
ANDRÉS.— Pero si no nos mandan a la escuela no aprenderemos nunca.
ABUELO.— (A la MADRE.) Los niños tienen razón. Son ya crecidos. Deben ir a la escuela.
MADRE.— (Como una obsesión.) ¡No irán! Para ir a la escuela hay que pasar el río… No quiero que mis hijos se acerquen al río.
DORINA.— Todos los otros van. Y las chicas también. ¿Por qué no podemos nosotros pasar el río?
MADRE.— Ójala nadie de esta casa se hubiera acercado a él.
TELVA.— Basta; de esas cosas no se habla. (A DORINA, mientras recoge las escudillas.) ¿No querías hacer una torta de maíz? El horno ya se estará enfriando.
ANDRÉS.— (Levantándose, gozoso de hacer algo.) Lo pondremos al rojo otra vez. ¡Yo te ayudo!
FALÍN.— ¡Y yo!
DORINA.— ¿Puedo ponerle un poco de miel encima?
TELVA.— Y abajo una hoja de higuera para que no se pegue al rescoldo. Tienes que ir aprendiendo. Pronto serás mujer… y eres la única de la casa. (Sale con ellos hacia la cocina.)

(MADRE y ABUELO)

ABUELO.— No debieras hablar de eso delante de los pequelos. Están respirando siempre un aire de angustia que no los deja vivir.
MADRE.— Era su hermana. No quiero que la olviden.
ABUELO.— Pero ellos necesitan correr alsol y reír a gritos. Un niño que está quieto no es un niño.
MADRE.— Por lo menos a mi lado están seguros.
ABUELO.— No tengas miedo; la desgracia no se repite nunca en el mismo sitio. No pienses más.
MADRE.— ¿Haces tú otra cosa? Aunque no la nombres , yo sé en que estás pensando cuando te quedas horas en silencio, y se te apaga el cigarro en la boca.
ABUELO.— ¿De que vale mirar atrás? Lo que pasó, pasó y la vida sigue. Tienes una casa que debe volver a ser feliz como antes.
MADRE.— Antes era fácil ser feliz. estaba aquí Angélica; y donde ella ponía la mano todo era alegría.
ABUELO.— Te quedan los otros tres. Piensa en ellos.
MADRE.— Hoy no puedo pensar más que en Angélica; es su día. Fue una noche como ésta. Hace cuatro años.
ABUELO.— Cuatro años ya…

(Pensativo se sienta a liar un cigarrillo junto al fuego. Entra del corral el mozo del molino, sonriente, con una rosa que, al salir, se pone en la oreja.)

QUICO.— Buena noche de luna para viajar. Ya está ensillada la yegua.
MADRE.— (Levanta la cabeza.) ¿Ensillada? ¿Quién te lo mandó?
ABUELO.— Yo.
MADRE.— ¿Y a ti, quién?
ABUELO.— Martín7 quiere subir a la braña8 a apartar él mismo los novillos para la feria.
MADRE.— ¿Tenía que ser precisamente hoy? Una noche como ésta bien podría quedarse en casa.
ABUELO.— La feria es mañana.
MADRE.— (Como una queja.) Si él lo prefiere así, bien está.



  1. vasar, anaquel. Término propio de la región de Murcia.
  2. Rafaelín con la forma abreviada y la terminación diminutiva corrientes en Asturias.
  3. Forma reducida y familiar de Etelvina en Asturias.
  4. hiniesta, retama. “Ginesta” aunque el Dicc. Acad. no indica nada, es la castellanización del asturiano “xinesta”.
  5. Las primeras son los “feisuelos”; las segundas las “turrexas” en Asturias.
  6. Desmenuzar el pan en migas y también echarlas en un líquido.
  7. La elección de este nombre por Casona no parece casual. “Martín significa por antonomasia herrero, pues era el apelativo que se aplicaba a los hombres de este oficio.”
  8. En Asturias y Santander, “Pasto de verano, que po lo común está en la falda de algún montecillo donde hay agua y prado.”

viernes, 5 de agosto de 2011

miércoles, 3 de agosto de 2011

la frase

‎"Rezar es como gritar en voz baja". Alejandro


Casona en La dama del ALba.

Enlace a la obra teatral

En Youtube pueden encontrar la versión completa de La dama del alba producida por la tve española, está divida en partes. Aquí les dejamos el enlace a la primera parte, y esperámos que la disfruten:


martes, 2 de agosto de 2011

Argumento

Retablo en cuatro actos
Acto I: La familia reunida en la conversación, se pone de manifiesto que la madre ha perdido una hija supuestamente ahogada en el río que pasa por el pueblo, hace cuatro años. Angelica se había casado con un joven llamado Martin tres días antes de su muerte. Su cuerpo no fue
encontrado, la madre se lamenta de no haberla podido sepultar. La obra se inicia en el aniversario de su cuarta muerte. La Peregrina aparece en la puerta. El abuelo sabe que conoce a la Peregrina, pero no recuerda de dónde. Los niños juegan con ella y ella se ríe de un modo que asusta a los niños. Dice que nunca había reído antes. También le sorprende encontrar en su interior un corazón que late. La criada de la casa acuesta a los niños, pero antes de que se duerman les pide que la despierten antes de las nueve, y la Peregrina se duerme. El abuelo se queda pensando en qué conoce a la Peregrina.

Acto II: En el mismo lugar, minutos después. El abuelo se da cuenta de que la Peregrina es La Muerte; la reconoció porque la había visto cuando estuvo en un accidente ocurrido en una mina años atrás, en el que murieron los 7 hijos de Telva; la criada de la familia. El abuelo despierta a la Peregrina, le dice que la ha reconocido y le pide que deje a su familia tranquila, puesto que ya han sufrido demasiado. La peregrina manifiesta que no le sorprende que la haya reconocido ya que según ella quienes están cerca suyo nunca la olvidan y también dice que había llegado a la casa para llevarse a Martin, el dueño de la casa donde vivían la madre y sus tres hijos, pero ella perdió su oportunidad cuando no la despertaron antes de las nueve, ya que, era su hora. La muerte, que se describe en términos muy humanos en la obra, explica que no hace más que obedecer a las órdenes, que ella no había elegido ser la muerte, sino que le tocó a ella matar a las que le mandaran y no poder morir nunca. Mientras tanto, Martin trae a Adela, una joven que se intentó suicidar en el mismo río donde supuestamente murió Angélica. La peregrina le comenta al Abuelo que volverá en siete lunas llenas, es decir, el 24 de junio, fiesta se San Juan.

Acto III: Adela se convierte en parte de la familia, inconscientemente comienza a tomar el papel que Angélica había tenido una vez, como hija y hermana. La Madre de Angélica le presta a Adela la ropa de Angélica, peinandola también del mismo modo y tratando en lo posible de hacerla parecerse a Angélica. Han pasado siete lunas desde el Acto II y es la noche de San Juan, noche de milagros y de baile alrededor de las hogueras. En el pueblo se prepara una gran fiesta. Llega la Peregrina tal como se lo comentó al abuelo, pero, está confundida acerca de cuál es su misión. Provoca una reunión entre Martín y Adela, y escucha sin ser vista. En esa conversación, Martín le revela a Adela dos secretos: 1) Angélica no ha muerto, sino que, cuando creyeron que se había ahogado, en realidad huyó con un amante. Martin no lo había revelado a su familia para no arruinar los recuerdos que la Madre y el pueblo tienen de Angélica. 2) Aunque ha sido duro y no se ha hablado mucho de Adela, él está realmente enamorado de ella. Martin también describe que en el pueblo los chismosos dicen que Adela está sustituyendo a Angélica, y sugieren que terminará por hacer pareja con Martín. Martín decide que debe dejar de proteger a Adela de los chismorreos del pueblo, y, sabiendo que Angélica vive, no puede cortejarla libremente como quisiera. Adela se queda llorando, porque ella también ama a Martín. Deciden pasar esa noche bailando en la fiesta del pueblo y olvidar que Martín partirá al día siguiente. La Peregrina le dice al abuelo que, después de escuchar esa conversación, tiene en claro para qué vino a la casa.

Acto IV: Angélica regresa durante la fiesta de San Juan, sin ser vista por nadie en el pueblo. Se encuentra con la Peregrina, y le cuenta que ha sido miserable y que su amante la ha abandonado. Ella quiere retomar su vida anterior. La Peregrina le dice que no es posible porque ya ha sido sustituida por Adela, y que provocará más dolor a su familia, puesto que su madre, su abuelo, su marido y sus hermanos han logrado rehacer su vida. La peregrina le muestra que ha perdido todo, y que sólo puede salvar el buen recuerdo que de ella tienen los que la amaron, proponiéndole unirse a ella en el río (es decir, a cometer suicidio). En la última escena, gente del pueblo encuentra el cuerpo de Angélica en el remanso. La madre llora de alegría, porque sabe que al fin podrá sepultarla como siempre quiso desde su muerte.

ediciones de la Dama del alba




Cátedra

Losada ediciones

Antigua portada de Las dos Carátulas


ediciones del subsuelo

Editorial Edaf

Estreno en Madrid

Teatro Bellas Artes de Madrid


Casi disicietea años después, tras el exilia, la obra se estrena en Es España el 23 de abril de 1962 en el Teatro de las Bellas Artes de Madrid con dirección de José Tamayo Rivas y escenografía de Emilio Burgos. El elenco estaba integrado por:

Antonio Vico... el abuelo
Milagros Leal... Telva
Ana María Noé...a madre
Asunción Sancho...la peregrina
Completaban el elenco: Julieta Serrano, Gemma Cuervos, Rafael Arcos y Majo del Mar,entre otros

La comedia obtuvo un gran suceso en Europa fue traducida en 12 lenguas y llevada al cine y a la televisión.

Artículos publicados en 1964 con motivo del estreno de La dama del alba en Madrid

Ofrecemos aquí enlaces a la lectura de trabajo y artículos editoriales publicados sobre la Dama del alba de Alejandro Casona. El primero de ellos es excelente y recomendamos su lectura:

"Tengo nombre de mujer" El personaje de la peregrina en La dama del alba por Joaquín Juan Penalva


Diario ABC de Madrid del 24 de abril de1962 con el estreno de La dama del alba

La frase

"Vale más sembrar una cosecha nueva que

llorar por la que se perdió" Alejandro Casona

La dama del en Alba

Estreno en Buenos Aires

Esta obra se estrenó en el Teatro Avenida de Buenos Aires el 3 de noviembre de 1944 por la compañía de Margarita Xirgu, y en entre otros: Alberto Closas como Martín de Narcés, Amelia de la Torre en el papel de Angélica y Susana Canales como Dorina, con escenografía de Gori Muñoz.
La actriz Margarita Xirgu, protagonista de la obra





Vistas del Teatro Avenida de Buenos Aires



El autor y los actores saludando al público en la noche del estreno

LA DAMA DEL ALBA

Escena de una representación de la actriz mexicana María Teresa Montoya, en la Dama del Alba en 1945

Empezamos el recorrido con esta obra porque además de ser una de las más exitosas y emblemáticas, considerada unánimemente por la crítica su obra más lograda y paradigma del teatro poético de Casona, el mismo autor la consideraba la mejor de las suyas. Es una semblanza  plena de lirismo de su Asturias y de su Besullo natal que añoraba y que llevaba tan profundamente acendrada en su corazón durante su largo exilio en América.
Retrata  de una manera tan vívida su terruño, que al lector o al espectador le da la impresión de estar ahí.  Desfilan paisajes  de ensueño, la niebla que lo envuelve todo y le da un aspecto casi irreal, la afición de su pueblo por los viejos romances españoles, su gente, sus costumbres, su folklore, la tradicional popular fiesta de la noche de San Juan alrededor de la fogata con sus bailes y canto, sus leyendas y supersticiones, sus costumbres y vocablos regionales, todo impregnado por una la belleza, la poesía y la nostalgia de la evocación.


LA FRASE

"Los niños juegan muchas veces con la muerte


sin saberlo" Alejandro Casona en La dama del


Alba

domingo, 31 de julio de 2011

TRAS LOS PAISAJES DE LA DAMA DEL ALBA

LOS INVITAMOS A REALIZAR UN MÁGICO RECORRIDO POR BESULLO, ESCENARIO DE LA DAMA DEL ALBA Y TIERRA NATAL DE ALEJANDRO CASONA






Vista de Besullo, escenario de la dama del Alba


Acaso Casona haya recorrido este bello sendero, y se
imaginó que por allí se acercaba al pueblo la dama del alba, con su hábito y su bordón de peregrina.


La nevada




Puente y deshielo





El río por el que se fue Angélica




Típica casa campesina de Besullo, como la de la dama del alba





Hoguera y fiesta y baile y vestidos típicos de la noche sanjuaninos en Asturias

lunes, 25 de julio de 2011

SIEMPRE LA MITAD: Una evocación de quien conociera a Alejandro Casona

Este bello y conmovedor relato, narra el encuentro de adolescente deslumbrado por el teatro que tuvo el honor de conocer personalmente a su ídolo don Alejandro Casona y a la inolvidable Luisa Vehil. Nos narra toda la verdad sobre este injustamente olvidado, y no superado aún en nuestros días gran dramaturgo...



SIEMPRE LA MITAD

un cuento de Lauro Campos *


- ¿De modo que tú lo has conocido? – preguntó ella con su voz disfónica y su inconfundible
acento hispano.

La había conocido aquí, en mi ciudad natal, esta ciudad recostada junto a un río caudaloso y
bello que, cada día, me regala esa belleza, él desde su cauce, yo desde mi balcón. Y esta
ciudad mía que me ha dado mi pasión por el teatro y las letras y el reconocimiento
razonable del público solía darme también esos encuentros impensables. Lo cierto es que
ella era una profesora becada en un intercambio cultural que había venido a ver con sus
alumnos aquella pieza mía sobre los inicios de la guerra civil española. Y después de la función, hablamos informalmente de detalles de la obra que tanto gustó a alumnos y profesores.
Desde la dirección había exigido a los actores hablar con acento español.Y el hecho de que en la platea hubiese siempre gente nacida en nuestra madre patria provocaba en mí una cierta inquietud. No aquella vez. Los aplausos de un público estudiante en su mayoría y el interés manifestado durante la obra, me tranquilizaron. Y la charla posterior con esta profesora oriunda de Oviedo no sólo fue amena: también fue un intercambio cultural entre los dos.

- Sí. Lo he conocido cuando tenía yo quince, dieciséis años.

- Pero él era un dramaturgo franquista… – aseguró.


- ¿Cómo? ¿Por qué decís eso?

- Pues, hijo – explicó – Es lo que he estudiado durante toda mi carrera. Toda mi generación ha aprendido lo mismo.


- Equivocadamente – dije con tristeza.


- ¿Qué dices?


- Que están equivocados. Que es un disparate pensar siquiera… que él era franquista.

Tal vez aquella noche, ante su mirada azorada y mi permanente sensación de que no sólo la historia sino también la historia de la literatura y del arte se escribe por mitades, comenzó
nuestra amistad.



- Marta, hija mía… Me muero, ¿sabes?

- No diga usted tonterías, padre, por Dios.

- No. No he de morirme ahora. Me ha dicho el médico que tengo aún unos meses. Con
suerte, un año.

El anciano miró a través de la ventana de ese departamento desde donde se veía uno de los rincones más hermosos de la ciudad de Buenos Aires y entrecerró los ojos.

- Me gustaría… – dijo de pronto – dejar este paisaje.

- ¿Qué dice usted? – preguntó ella mientras arreglaba la manta sobre su falda. Pensó en las piernas de su padre, en la vitalidad de esas piernas y en la vulnerabilidad actual. Él entrecerró aún más sus ojos, como evocando algo que no veía.

- Me hace ilusión – susurró – volver a ver mi tierra de Asturias, comer las natillas que hacían en mi casona familiar, mojar sopas en el vino, saborear una rebanada grande de hogaza de pan aún caliente con una dedada de miel por encima…. Ver mis montañas, los ríos con remansos peligrosos iluminados por las historias de las gentes, las aldeas, los caminos.

- Pero usted sabe quién gobierna España, padre.

- Lo sé. Pero España sigue siendo España. No importa cuántos dictadores la sojuzguen, hija.



Y ella había hablado. Personalmente había ido a la embajada y había preguntado. Escribió una nota que firmó y dejó allí. Poco tardó en llegar la respuesta: Apretó los labios para no gritar de odio y rencor, pero no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas de los ojos. El texto decía claramente:

“El Generalísimo se complace en recibir en su tierra de origen al dramaturgo
triunfador en Argentina y en toda América Latina. No sólo será su huésped
de honor sino que ya ha ordenado personalmente a las autoridades de los teatros oficiales estrenen – a manera de homenaje – las principales obras del autor durante su estadía, los que lo llevarán a cabo en un esfuerzo de producción pocas veces visto en este país.”

Mientras llegaba a su departamento con su respuesta en la mano, firmada y sellada por el Embajador de España, ella no pudo dejar de pensar: Asesinado Lorca a principios de la guerra civil, muerto Hernández en la cárcel, el poner alfombra roja al regreso de su padre significaría lograr la opinión favorable de los intelectuales de la península. Aunque estaba claro que a Franco le tenía sin cuidado la opinión de los intelectuales.




- Ella era una de las mejores actrices rioplatenses. No me perdía obra teatral interpretada
por ella. La he visto aquí en mi ciudad y la he visto en Buenos Aires, acompañado por mi abuela, otra uruguaya como ella que en su juventud había sido actriz de filodramático en su Paysandú natal. Como te digo, ella, primera figura del espectáculo que año a año hacía sus temporadas en el teatro Liceo de la capital, era… una reina del escenario. Y yo era… un muchachito adolescente, casi un chico, apasionado por el teatro y la actuación. Un día logré
colarme en los camarines del teatro La Comedia luego de la función. Le expresé, con todo el
pudor y la cortedad del mundo, mi admiración por ella, por su repertorio, por su talento, por su arte. Estaba haciendo en esa época un estreno de una autor republicano muy celebrado aquí en Argentina desde sus primeros estrenos, y sus obras eran representadas en casi todos los teatros estudiantiles. Yo mismo debuté luego como actor en una de sus obras. Esa actriz admirada escuchaba mis elogios en ese pequeño camarín con una sonrisa amable. Ella acostumbraba a tratar a los muchachos de mi edad de la misma manera que a los adultos:


“- ¿Le gusta actuar? Estudie. Estudie mucho. Yo, antes de debutar haciendo una mucamita que sólo cruzaba la escena con una bandeja en la mano, he estudiado muchísimo, ¿sabe? Cómo caminar, cómo sentarme y, fundamentalmente, cómo decir. ¿Llega su voz a la última platea sin que tenga necesidad de gritar? Cuando llegue naturalmente, estará preparado para actuar. Y cuando eso ocurra, venga a verme a Buenos Aires.”


De pronto, tras ella, apareció un hombre algo, delgado, de fina barba blanca y abundante cabello canoso, de elegantes maneras y marcado acento español.


Ella, entonces me dijo: “- ¿Conoce a don Alejandro, el autor de la obra?”


Sintiendo que me estallaba el corazón por la emoción incontrolada dije: “- He leído todas sus obras.”


Él me extendió la mano y me la estrechó mientras ella explicaba: “- Le decía que, si quiere ser actor, debe estudiar mucho, ¿no es cierto, don Alejandro?”


Él, haciendo un guiño, se acercó a mi cara con pícara expresión y me susurró casi al oído: “- Mira: Si quieres actuar, tú te subes… y ya está. ¿De acuerdo?”


… ¿Entendés?. ¿Entendés ahora mi indignación cuando sólo se cuenta una parte de la verdad, cuando se hace sólo una parte de la justicia? Nunca voy a olvidar las palabras de aquel dramaturgo republicano, creador del realismo poético en el teatro de habla hispana que, exiliado durante la guerra civil llegó a ser un sabio. Voy a contarte algo que no sé si sabés. Antes del exilio él ya había ganado en su país el premio Lope de Vega, nada menos, con su ópera prima, una belleza de obra teatral poética y trágica al mismo tiempo. La gran actriz catalana amiga de García Lorca, que como todos saben era republicana, le estrenó esta comedia cuando él era aún muy joven. Y fue en su tierra, protegido por esa figura que no tenía nada de fascista, que tuvo su primer éxito. Después, es claro, obligado al exilio, siguió su carrera en México y en Cuba. Recaló finalmente en Buenos Aires donde cada obra que estrenaba se convertía en un suceso. Cada parte de su vida fue parte de la verdad. Y él, próximo a partir a la otra vida, necesitó de su Asturias, de tu Asturias. ¿Entendés ahora por qué ustedes, los de esta generación, conocen la mitad de la verdad? ¿Podés entender por qué, siempre, sea cual fuere la ideología, siempre se contará… la mitad de la verdad?

Mi amiga la asturiana guardó silencio. Se limitó a apretarme fuertemente la mano. Pude notar que sus ojos estaban nublados por las lágrimas.



Después de haber visto las montañas de Asturias, sus ríos y sus remansos, después de haber saboreado las hojuelas, la hogaza caliente con miel, las sopas en el vino, después de haberse emocionado hasta las lágrimas con los aplausos y los ¡bravo! en cada uno de los estrenos de sus obras en su tierra, él pudo morir allí en paz.
Lo velaron con gran boato y las pompas que el Generalísimo acostumbraba a poner en marcha en estas ocasiones con las figuras más importantes de España.

Al día siguiente de su entierro, todos los periódicos anunciaban:
“Ha muerto uno de nuestros dramaturgos y poetas más notables en su regreso conmovedor a la tierra natal.”

Y ese día, en medio del reproche de algunos y el estupor de otros, comenzaba, para todos
aquellos que tenían quince años como yo cuando tuve la dicha de conocerlo, la mitad de la mentira.



Al recuerdo permanente e imborrable de don Alejandro Casona y quien fuera dilecta
protagonista de “Los árboles mueren de pie” y “La casa de los siete balcones” en


* LAURO CAMPOS. Nacido el 23/04/43 en Rosario, Argentina. Vive en Rosario. Actor, autor teatral, director teatral, narrador. Ha sido premiado como autor teatral con el Premio Selección Argentores 1980 por su pieza EL CAMINO DEL ELEFANTE, con el 2o. premio en la III Bienal de Obras Teatrales en Tucumán 1972 por ATAVISMO, por el Instituto Nacional de Teatro en 2001 en el Concurso Homenaje a Teatro Abierto por CIRCE O EL BANQUETE y en 2008 con el tercer premio por EL SERVIDOR. En 2000 gana en México el premio Tramoya 2000, mención de honor a su pieza DESPERTAR EN GRANADA (PASIÓN LORQUIANA). En 2004 gana el concurso de sainetes organizado por el Club de Autores de Buenos Aires, por su sainete breve EL BIEN DOTADO que se estrenó en el Teatro Astral de la Capital. Le gusta recordar estos concursos por la calidad de los jurados intervinientes (Edmundo Guibourg, Arturo Berenguer Carisomo, Rosa Rosen, Jorge Cruz, Atilio Betti, Jorge Accame, Villanueva Cosse, Ana María Casó, Elio Gallípoli, entre otros). En Argentores ha ganado concursos internos de teatro y radioteatro, con textos que se han estrenado allí: UNA PALOMA EN PLAZA DE MAYO, POR SIEMPRE ZULLY, EL LLANTO DESCONOCIDO, LA MUJER DE AMARILLO, LA ABUELA DEL YAGUARETÉ, etc. Ha obtenido el Galardón Susini que Argentores otorga por trayectoria, y muchos otros premios de esa categoría. Es actor desde 1959, director desde 1961 y autor desde 1970. Ha estrenado más de cien piezas en temporadas notables. A la par, ha escrito narrativa durante toda su vida y ha publicado. Sus libros son DETRÁS DE UN VIDRIO OSCURO (reflexiones) Edición del autor, SÁBANAS DE SEDA (cuentos eróticos acerca de vampiros) Ed. Universidad Nacional de Rosario, SALVAR AL INOCENTE Y OTROS RELATOS (E. Universidad Nacional de Rosario) y el último aparecido POBRE MUNDITO PERTURBADO (NO SOLO CUENTOS) Ed. Deldragón 2010/11, Buenos Aires.






La prestigiosa actriz Luisa Vehil